luisa pernaleteNo estamos en Semana Santa, pero hay gente por ahí con su viacrucis.

Hay pobres que tienen varias estaciones cada mes y en julio y agosto se aumentan, además de las de siempre -los malos servicios, los ingresos siempre insuficientes para lo mínimo, el miedo que genera la violencia- se agregan las que escribo a continuación y otras nuevas “sobrevenidas”.

Como ya mencionamos las estaciones permanentes, vamos con las estaciones de “David”, nombre ficticio pero historia real.

Se requiere de consuelo para los que como David, andan con su cruz a cuesta. Escucharles y admirarles es un primer paso

Siempre uso este nombre para casos como éste, pues evoco a David peleando contra Goliat.

Y esto es lo que ha hecho este hombre desde pequeño: luchar contra múltiples Goliats en su vida.

Ha trabajado desde la edad en la que le tocaba era jugar, sufrió malos tratos y abandono, aprendió a leer casi de adulto… Hoy tiene unos 35 años, una familia que mantener, ya no bebe ni juega caballos, pero igual el dinero no le alcanza.

Primera estación: “¡Vienen las vacaciones! ¿Qué hacemos con los muchachos!”.

Dijeron que las clases se prolongarían hasta finales de julio, pues se perdió el equivalente a un mes pero sólo se ha extendido el año unos días.

Vienen largas vacaciones escolares y eso es un sufrimiento para los padres pobres -comenta David- pues no hay qué hacer para que los hijos se diviertan sanamente.

Lo que se ofrece es sólo para ricos, y la calle ya no es segura para “caimaneras”. Las vacaciones para los que no tienen real es un riesgo.

Muchos adolescentes se pierden en este tiempo, los atrapan la droga y las “malas juntas”.

A David le gustaría meter a sus dos hijos adolescentes en planes, también le gustaría salir con la familia unos días, para descansar, pero eso es un lujo. Ha escuchado que la recreación es un derecho humano, él no sabe lo que es eso.

Segunda estación: “¡No consigo cupo para mi hija!”.

Para estudiar primaria no es tan difícil, pero para los de “camisa azul” es otro cuento.

La esposa de David ya ha recorrido todos los liceos públicos y privados “por el estudio de los hijos uno hace cualquier esfuerzo, si hay que pagar, se trabaja duro”, dice.

Pero no consigue nada todavía. Hay padres y madres que se van varios días antes a las puertas de los liceos cuando se dan los números para nuevos cupos.

Esta “estación” la sufren muchas familias de sectores populares, pues el Estado no ha construido los planteles necesarios para el bachillerato.

Conozco adolescentes que perdieron este año escolar, esperando nuevas oportunidades.

Un adolescente sin estudio y sin trabajo es una presa fácil para las pandillas delincuenciales.

A principios de este año escolar escribimos en esta columna “La señora Ana necesita cupos”. Nos referíamos al caso de la comunidad de Core 8, Puerto Ordaz, terminó el año y el liceo prometido para el 16 de septiembre del 2012 sigue sin culminarse.

A los que perdieron el año escolar actual hay que añadir los nuevos excluidos, los que en la misma comunidad están saliendo de sexto grado.

La educación no es prioridad. Los adolescentes no son prioridad.

Quinta estación: “Las colas se han vuelto obligatorias y peligrosas”.

Hablamos de las colas para comprar la harina precocida -la arepa pues-, la leche, y ahora también el papel sanitario -¡el nuevo papel central de nuestras vidas!.

No se trata sólo de la humillación y del tiempo perdido en colas, se trata de la acumulación de irrespeto.

David comenta que el sábado pasado se fue a las 6:00 am a la amplia “sala de espera”, a las afueras de un supermercado de los elegidos para estos operativos alimentarios -ahora militarizados.

A las 8:00 salió un soldado, y advirtió que ya no se se vendería pollo ni papel.

Se trata ahora también del peligro de esas colas.

“Para comprar el gas -otra estación de las nuevas- hay que irse de madrugada -comenta la señora Lisbet de 25 de Marzo, San Félix- y tenemos que enfrentarnos a los delincuentes que llegan a molestar a uno”.

Hacer cola también es una cruz riesgosa.

Pudiera mencionar las estaciones eventuales, como el matraqueo de autoridades.

David, cansado de estirar salario mínimo se metió a taxista y ahora también sufre de “los impuestos al trabajo”, aplicados por los uniformados.

“Ciudad segura es matraca segura”, dice David. “Por todo le quitan dinero a uno ¡Es difícil ser pobre y honrado!”.

Se requiere de consuelo para los que como David, andan con su cruz a cuesta. Escucharles y admirarles es un primer paso. (Correo del Caroní, 15.07.13)

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