Perder la vida trágicamente por la voluntad de un tercero es, probablemente, una de las angustias más recurrentes en el imaginario de una sociedad signada por la violencia. Volver a morir lapidada bajo el nombre de quien dispuso de tu vida, sin duda representa no sólo la desaparición física, sino la realización del temor humano más antiguo: la idea de la intrascendencia de la existencia propia.
La noción de trascender para la mujer, más allá de su ciclo vital, ha estado ceñida históricamente a la capacidad de alumbrar hijos que dejen huella. El anhelo humano del legado parece formar parte del patrimonio masculino y no es casualidad que pocas mujeres hayan logrado rubricar sus nombres en las páginas de la Historia.
Decenas de mujeres son asesinadas anualmente en Venezuela y en el mundo, víctimas de la violencia de sus parejas. Ellas ocupan el espacio breve que les asigna la sección de sucesos. Luego, nada qué aprender. Pero esta vez, quien se creyó dueño de la vida de una mujer, resultó serlo porque así lo dispusieron quienes divulgan la noticia. Jenniffer Vieira sí cubrió decenas de cuartillas, páginas centrales, trabajos especiales: El Inca Valero asesinó a «su» esposa.
La joven mujer, madre y esposa, que creyó proteger con su silencio a quien amaba, fue sepultada tempranamente por decenas de fotos de su victimario. Su breve y triste historia, así como su letal concepción del amor, poco interés tuvo para quienes se encargaron de escarbar, en sus momentos postreros, en los detalles inútiles que precedieron a su muerte.
La lección que Jenniffer pudo enseñar a miles sobre el peligro de naturalizar la violencia como forma de vida, es una página nunca escrita, carente de interés para quienes prefieren explotar la circunstancia del tatuaje que lucía en su pecho el joven boxeador y usar su pensamiento político, como deleznable punta de lanza en unos muy mal disimulados ataques a una política de Estado que ha tratado de ser implacable para frenar la violencia contra las mujeres.
La imagen que se negaban a divulgar cuando era campeón, hoy plena la prensa luego de que su precaria condición lo transformó en asesino. Jenniffer ojalá nunca nos abandones. Aspiro a que tu corta existencia evite que otras como tú mueran o que mueran sus parejas: que ningún niño quede solo. El camino que transitaste debe quedar señalado para que ninguna otra lo transite. Trascenderás Jenniffer. Descansa en Paz.
Gabriela del Mar Ramírez
Defensora del Pueblo
Apreciad@s tod@s:
Me parece excelente lo que han venido haciendo al movilizar la opinión pública y a las instituciones. No desmayen. Las felicito.
Pero me preocupa que, si no se puntualizan los temas, el asunto podría olvidarse en un futuro inmediato. Además, a las autoridades se han venido defendiendo con el trillado cuento de la culpa de la víctima: su silencio la mató, no puso la denuncia, el amor que sentía por su victimario, etc.
Conviene organizar la agenda temática sobre el caso, a los fines de evitar que el morbo y las justificaciones oficiales desvíen la atención de lo que, objetivamente, hay que hacer. Por ello, sugiero hacerse, al menos, las siguientes preguntas:
1) ¿Las lesiones sufridas por la víctimas no fueron acaso el producto de un intento de homicidio, previo al desenlace fatal que pudo prevenirse? Dejar el asunto como unas simples lesiones es tan grave como afirmar que la violencia de género es un caso privado
2) ¿Los puños de un boxeador, experto noqueador y de gran fuerza física no son acaso armas contundentes, equivalentes a una cabilla, un garrote de vera o un tubo de hierro, capaces de matar a una víctima de agresiones que no es experta en el deporte del boxeo y es de menor contextura? Las lesiones causadas a la víctima, antes de morir pudieron matarla: un neumotórax es una herida muy grave causada nada frecuente.
3) ¿Qué pasó que el boxeador, siendo adicto a las drogas y al alcohol, no había sido recluido para su cura y rehabilitación antes del homicidio como prevé la ley antidrogas (LOCTICSEP)? Las medidas de seguridad para adictos buscan evitar la muerte de terceros y la propia del enfermo.
4) ¿Porqué la víctima no fue separada en un refugio para víctimas de violencia de género? ¿Cuántos hay, cuáles son y dónde quedan tales refugios?
5) ¿Quién o quiénes impidieron la acción de la justicia? Esto es clave.
6) ¿Y l@s niñ@s? ¿Qué pasará con ell@s? Ell@s también son víctimas múltiples: de su padre violento y de las instituciones que no actuaron. Recordémoslo siempre
Este caso debe ser convertido en un precedente que siente jurisprudencia y doctrina jurídica. Los y las profesores/as de Derecho Penal y Criminología deben usar este terriuble caso en sus clases para explicar el feminicidio.
Si en este caso no se hace justicia y se aclaran los temas que garantizaron la impunidad del victimario, quienes fueron sus cómplices y encubridores o cómo se desarrolló la ineptitud oficial, los miles de casos anónimos que ocurren todos los días también podrían quedar impunes
Fernando M. Fernández
la verdad que uno pierde la capacidad de asombro de ver cuanta desfachatez e hipocresia de estas funcionarias.
Un mes completo viendo por la televisión como se consumaba un Femicidio y la Defensora que tan diligente es para pronunciarse contra Colombia, contra el informe de la CIDH y contra EEUU, lo hace 11 días después de la muerte anunciada.
11 días esperamos para que usted le echara la culpa a Jennifer porque no fue víctima de su asesino sino de su «letal concepción del amor».
La misma defensora que apoyo sacar a empujones y con policías a Franklin Brito porque estaba atentando contra su propia vida, no pudo hacer nada, conociéndose comunicacionalmente durante un mes «de su letal concepción del amor»
La defensoría en el caso Brito actuó obligada por Ley ante un hecho comunicacional, público y notorio ¿Porqué no fue igual con Jennifer? ¿Por ser mujer a la sombra? ¿Por ser «la mujer» de una figura ligada al gobierno? ¿será porque el femicida era símbolo de la revolución?.
¿Quién convirtió al Inca valero en un sujeto comunicacional, público y notorio de la revolución? ¿Por qué después de empujárnoslo por los ojos, de exhibirlo como trofeo, de publicitarlo en el sentido mercantilista ideológico como ejemplo de revolución pretenden que los medios y el pueblo se calle y le den la misma cobertura que a los tantos anónimos?
Jennifer no fue, ni es, ni será anónima porque fue víctima de un femicida que el Gobierno convirtió en héroe nacional del deporte, que convirtió en figura pública de la revolución. Un gobierno que sabía desde hace años de su conducta violenta incluso contra su propia madre, su hermana y Jennifer. De su adicción a las drogas y al alcohol.
Cómo se puede convertir a un confeso y potencial criminal en un símbolo del pueblo y darle todo el poder del Estado y después pretender que ante su crimen la gente no reclame, no se indigne y los medios no actúen con la voracidad con que ustedes los ensalzaron.
¿Por qué Defensora permitió usted que nos vendieran como héroe a un criminal en potencia? ¿Cómo le explico yo eso ahora a mi hijo?
El gobierno nacional fue quien convirtió al femicida Valero en un trofeo que mostrar, en un héroe del deporte nacional, a sabiendas de su historial ¿porque no tener la misma notoriedad y generar el estupor mediático que ha generado cuando el héroe bolivariano se convierte en asesino?
«Decenas de mujeres son asesinadas anualmente en Venezuela» dice usted. Ciertamente defensora, ayer mismo, mientras mujeres exigían al TSJ aplicar las leyes y las acciones obligatorias contra la violencia de género, y usted en su escritorio escribía su columna de requiem por Jennifer, Virginia González fue asesinada por su esposo después de haberse separado hace 1 año de él. ¿Qué hizo el Estado para proteger a Virginia de su verdugo? ¿NO LE DA VERGÜENZA DEFENSORA?
Y usted todavía tiene el tupé de decir que se preocupa porque nadie habló por las otras, haga usted un réquiem por virginia y por cada mujer que murió durante este gobierno y las que morirán.
Sería un reto ético que usted también las visibilizara en sus programas quizás así le golpea moralmente en la cara, esta tragedia de miles y se da cuenta usted de la gran carencia e ineficiencia del Estado y no se conforma con decir irresponsablemente que este «Estado que ha tratado de ser implacable para frenar la violencia contra las mujeres». FRACASO Defensora, fracaso. Si unimos las lágrimas derramadas por las miles de Jenniffer no habría más sed en esta tierra. Implacable ha sido Defensora las cifras de muertes por leyes que no se aplican.
Pase Defensora de hacer de la Defensoría del Pueblo letra muerta y póngase de verdad a ser la voz de las víctimas, y si su militancia política esta por encima de la Justicia y la vida de miles renuncie defensora y no contribuya con la inacción a que haya más familias enlutadas. Cada día que pasé Defensora su historia como figura del poder Moral y ciudadano se escribirá con la sangre de quienes padecieron, padecen y padecemos la violencia ciudadana y de género.
NO + réquiem a causa de la inacción de la Defensoría del Pueblo.
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