Con alta probabilidad, cuando usted esté leyendo esta columna ya se deben haber conocido los resultados de las elecciones presidenciales. Independientemente del resultado, que beneficiará a un candidato sobre el resto de las postulaciones, los venezolanos y venezolanos deberemos convivir los próximos 6 años, de manera democrática y, especialmente, garantizando los derechos humanos de todos y todas. 

En otras latitudes hay experiencias que han promovido la reconciliación no sólo después de escenarios políticos altamente polarizados -como el nuestro-, sino incluso después de confrontaciones bélicas que dejaron centenares de muertos. Recientemente tuvimos la suerte de visitar el “Museo de la Paz” en Gernika, país vasco, que como se recordará fue una de las primeras ciudades europeas que sufrió un bombardeo sobre la población civil, el 26 de abril de 1937, con un saldo de entre 120 y 300 muertos y la completa destrucción de las infraestructuras de la comunidad. Como Gernika fue completamente reconstruida por el franquismo, cuyo líder incluso se autoproclamó como “hijo adoptivo del pueblo”, el Museo es el único sitio que testimonia el horror que plasmó Picasso en su famoso cuadro. Una de las salas reconstruye una típica habitación vasca de comienzos de los 30´s, mientras se escucha a una abuela contando como era la vida cotidiana en el poblado al comienzo de aquella Guerra Civil, quedando a oscuras y en silencio en medio del efecto de las bombas. Las luces se encienden para mostrar la misma casa destrozada. El efecto es, sencillamente, estremecedor.

La condición fundamental es que ambas partes deben compartir un intenso interés en ello”. Lo interesante del proceso de Gernika es que también incluye las secuelas mas recientes dejadas por el conflicto vasco

Aquel bombardeo, realizado en día de mercado, y el posterior gobierno franquista dejaron secuelas que incluso se mantienen hasta el día de hoy. Uno de los paneles del Museo afirma “Gernika es hoy un ejemplo de reconciliación avanzado; el proceso no ha llegado a su fin pero su andadura es larga. En su origen tuvo que hacer frente a serios déficits, ya que Alemania tardó en dar los primeros pasos para reparar el daño causado”.  En 1989 el presidente germano Roman Herzog envió una carta a los supervivientes en la que admitió la participación de su país en el hecho. En respuesta, aquellos con hermanos, padres y amigos muertos en el bombardeo respondieron: “Aquel acto incomprensible para nosotros no nos dejó un sentimiento de odio o venganza, sino un deseo enorme, inmenso, de paz. El deseo de que aquello no debia suceder nunca mas. Y que de las ruinas de lo que fue nuestro pueblo, debía surgir una bandera de paz para todos los pueblos del mundo”.

¿Era posible la reconciliación después de la muerte, humillación y tortura de todo un pueblo? En Gernika han apostado a que sí: “Reconciliación es la superación de la enemistad del pasado –afirman en el Museo- y la creación de un nuevo marco común para un futuro amistoso; es la búsqueda de una solución por las partes implicadas a los problemas que ha originado el conflicto, pero va mas allá y pretende transformar las relaciones de enemistad y desconfianza en respeto y armonía. La condición fundamental es que ambas partes deben compartir un intenso interés en ello”. Lo interesante del proceso de Gernika es que también incluye las secuelas mas recientes dejadas por el conflicto vasco.

En Gernika han visibilizado que una precondición de la reconciliación es desmontar todos los factores explícitos y subjetivos de violencia en la sociedad. Han realizado una lista de los menos evidentes: 1) Manifestaciones intolerantes y excluyentes de políticos y medios;  2) En pintadas y carteles amenazantes, insultantes o justificativos de la violencia; 3) En la inhibición de gran número de personas para expresar sus opiniones políticas y culturales, o de mostrar objetos y atuendos que les identifique con determinada sensibilidad política; 4) En el miedo al enfrentamiento, al rechazo y al desprecio por manifestarse pacíficamente en defensa de ciertos planteamientos; 5) En la arrogancia con que se legitima el uso de la violencia en algunos contextos; 6) En la deshumanización del otro, en la construcción de la imagen del enemigo, que justifica el ejercicio de la violencia contra el colectivo que lo representa. Por último, el proceso de paz promovido en Gernika entiende la diferencia entre reconciliación e impunidad. Un monolito blanco, al final de la muestra, expresa: “Renunciar a olvidar, renunciar a la venganza”.

Los derechos humanos es una posibilidad que debe, necesariamente, incluir a todos y todas. Un nuevo período presidencial es una oportunidad para consensuar un proyecto de país y comenzar a referirnos a la polarización en pasado, como un mal recuerdo del que aprendimos algunas enseñanzas. 

(*) Coordinador del Área de Investigación de Provea

www.derechos.org.ve

[email protected]

@fanzinero

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