«Llama mucho la atención el estado de los defensores de los derechos humanos», es una elástica expresión enarbolada por el Comisionado para Asuntos especiales de Venezuela en una declaración al diario El Mercurio de Chile este año. Elástica porque lo excluye a él, aun cuando tiene la responsabilidad de la relatoría de los derechos de la infancia y la adolescencia. Será probablemente por esa circunstancia que nada dijo sobre las fraudulentas y vergonzosas adopciones relámpago que se dictaron sobre la niñez haitiana, víctima de un devastador terremoto y más tarde objeto del desarraigo de sus familias y su tierra.
Esa plasticidad en la defensa de los derechos humanos sea probablemente la que le lleve a transitar caminos mucho menos loables: aquellos que lo conducen a erigirse como el vocero de un Informe devenido en mecanismo de presión y castigo al país de los asuntos que tan «especialmente» atiende. Así -por ejemplo- confronta que mientras millones gozan de salud, educación y salen de la pobreza, otros (los que disienten) son «reprimidos, intimidados, descalificados, excluidos e incluso perseguidos judicialmente». El contraste de la mayoría con casos que, además de manipulados, no alcanzan ni la respetable cifra de un dígito porcentual, le llevan a él y a la Comisión Interamericana a la nada democrática conclusión de que en Venezuela se atenta contra la democracia y los derechos humanos. Naturalmente, para engrosar esa cifra ínfima de perseguidos es necesario desconocer al Poder Judicial como confiable. Si no, correspondería hacer la odiosa observación de que todos ellos han tenido acceso al derecho al debido proceso.
Realmente debemos corear con el señor Pinheiro que llama mucho la atención el estado de los defensores de los derechos humanos. De nosotros, los defensores de los derechos humanos. El sistema interamericano parece hoy reeditar las prácticas de la extinta Comisión de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, instancia que debió ser eliminada por la Asamblea General debido a sus mecanismos selectivos de elaboración de informes como herramientas de presión política. Hoy, a la usanza de nuestro famoso espanto llanero El Silbón, la Cidh desanda los pasos de la fenecida Comisión de Derechos Humanos de la ONU.
Gabriela del Mar Ramírez, Defensora del Pueblo
(Ultimas Noticias, 05.03.10)